sábado, 31 de diciembre de 2011

La motora a Lourido.

Un servidor en Lourido, donde
había más conchas que arena.
Cruzábamos el paso con barreras de la Alameda por donde atravesaba el ferrocarril en dirección a Santiago o la Estación Vieja en la Plaza de Galicia y bajábamos por la cuesta de Pazo (así conocida durante muchos años por los talleres de Pazó que había en la cuesta de San Roque) en dirección hacia el puerto de Pontevedra en las Corbaceiras para coger las motoras de Fariña que tenían el servicio hasta el muelle de Lourido. Eran junto con la Puntada "las playas" de la Pontevedra de hace cincuenta y sesenta años donde "Pla" se encargaba del servicio de cruzar en su barca a la gente hasta el otro lado de la Ría por el módico precio de "la voluntad". Muchas generaciones de pontevedreses dimos nuestros primeros chapuzones en brazos de nuestros padres, algún día de verano, en aquel recodo que formaba el embarcadero de Lourido cuando la marea estaba llena. Qué recuerdos cuando te subías a aquella barcaza y surcaba la ría espumosa en ese breve paseo hasta el muelle de Lourido dispuesto a pasarte un día de "comida" en aquellos arenales llenos de conchas de berberechos. Toda una aventura cuando eramos niños. Feliz entrada del año 2012 a todos.


Arriba, la motora repleta de gente dirigiéndose al embarcadero de Lourido. Sobre estas líneas, podemos ver en la foto de Rafa/Museo de Pontevedra la "otra playa" de Pontevedra en 1958, La Puntada, concurrida de bañistas. Al fondo la Avenida de Marin que estaban construyendo.

viernes, 30 de diciembre de 2011

El Bar de Couto.

La botella de Gaseosas Feijoo
con la que iba al Bar de Couto
a llenar de vino tinto.
Uno no se hace a la idea de dejar de ver a diario a las personas que son del barrio de toda la vida y de repente la gente con la que has crecido y que te han acompañado a lo largo de una vida ya no están. Hoy, desgraciadamente, el señor Couto nos ha dejado, hacía tiempo que ya no lo veía en sus paseos matutinos por orillamar y fue su hijo Manolo quien me dijo hace unos días que llevaba unos meses pachucho y que se esperaban lo peor. Recuerdo imágenes de mi infancia jugando en la calle con sus hijos, José Antonio, Manolo, María Teresa, Ana y un niño con chupete que ya empezaba a darle patadas a un balón, Pablito, donde el Bar del Couto era el centro de reunión de la chavalada. Recuerdo siempre al padre y su hijo mayor José Antonio sirviendo la comida que cocinaba Elbesita a sus huéspedes en aquel bar que estaba junto a uno de los puentes que había cuando cruzaba el ferrocarril por el Paseo de Colón y en el inicio de la Rúa Nova de Abaixo al lado de la huerta de Lucrecia y que cuando tiraron ésta jugábamos en el solar que allí quedó durante unos meses al "fronton" con el edificio de los Couto hasta que nos venía a llamar la atención porque molestábamos a sus clientes. En ese bar pasábamos muchas horas todos los chavales de la calle y más cuando pusieron la máquina recreativa que fue todo un "boom" en la calle en esa época. También solíamos ver algún partido que otro de la vieja Copa de Europa en aquella televisión en blanco y negro que tenían donde empezaba el pasillo y recuerdo también ir a comprar el vino tinto y llenar la botella de "Feijoo" con el líquido granate de aquellos barriles que tenía detrás del  mostrador previo pago de 10 pesetas. Tenía mucho ajetreo el local ya que era casa de huéspedes y por allí pasaba todo tipo de gente y de todos los lugares en el que se quedaban una temporada. Hoy 30 de Diciembre, Manuel Couto nos ha dicho adios y desde este humilde blog quiero mandar un fuerte abrazo a su mujer Elba y a sus  hijos, José Antonio, Manolo, María Teresa, Ana y Pablito Couto en un día tan triste como es el fallecimiento de un ser querido. Se nos ha ido uno del barrio, de los de toda la vida. Hasta siempre Sr. Couto.

La calle Rua Nova de Abaixo (derecha) en 1965 donde se puede ver el puente que había sobre el ferrocarril y que daba entrada a la calle donde se construyó el Hostal-Bar Couto.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

"Los 4 Gatos"

La Señora María y Señora Peregrina, las cocineras de
"Los 4 Gatos".
Había dos bares en la calle Rúa Nova de Abaixo cuando era un crio, uno el Bar de Couto, que también era Hospedaje y estaba en la entrada de la Rúa, al lado de la abandonada huerta de Lucrecia, donde solíamos, la chavalada, "experimentar" con las pobres lagartijas además de dar buena cuenta de la fruta que daban sus árboles, en la actualidad ocupado por el edificio donde está la Cafetería Colón. Y el otro, en  el medio de la calle, la taberna "Los 4 Gatos" que convivía entre la casa de la familia Sanmartín, por un lado, y por el otro la de Don Enrique, el carpintero de la Escuela Naval junto con su mujer y su hijo Tito, que trabajaba en Correos y Telégrafos y que años más tarde se casaría con mi tía Marisa, la del quisco de prensa del Ayuntamiento. Era "Los 4 Gatos" un establecimiento de los de antes, nada indicaba en la calle cuando pasabas por delante que había un bar ahí, con su minimostrador según entrabas a la izquierda, la inmensa nevera y su televisión en blanco y negro encima del electrodoméstico y todo un poco desordenado. Muchas tardes las pasaba junto a mi abuelo, que era un cliente fijo de todos los días, allí sentado tras aquellas mesas de maderas con aquellos manteles de plástico cuadriculados, sujetando con sus dedos amarillos aquellos cigarrillos "celtas sin filtro" que fumaba sin parar y en la otra mano su taza de vino amenizando las tardes de la taberna. Alguna vez que otra solía "robarle" los corroscos de alguna de las barras que la panadera le dejaba siempre en una bolsa en la puerta cuando me dirigía por la mañana al colegio Cervantes en la Plaza Méndez Núñez, aquel pan que era una delicia a esas horas. El local era frecuentado por mucha gente y allí se juntaban los amigos en forma de peñas para las grandes "comilonas". Mucha gente conocida pasaba por la cocina de Doña María, la dueña de "Los 4 Gatos" y Doña Peregrina su "ayudante" en la cocina. Recuerdo en temporada de pesca los coches aparcados en la calle, delante de la fachada del bar, con los maleteros abiertos para admirar los "trofeos" en forma de salmón que prestos esperaban pasar por los fogones de las dos cocineras. En la película en forma de video, abajo, y  que alguién realizó a mediados de los setenta podemos ver a unas de las peñas, la "Mediodía" en aquellos tiempos cuando se reunían para comer, beber, fumar y, sobre todo, cantar. Por ahí andaban Cándido Couselo, Lucio, Manolo Portas, Antonio Puga, Pintos el "sastre", Solleiro, Eduardo Piquenque, Felipe, Alfredo Urrabieta, Tito, el del taller de Motos de la calle y que ahí continúa hoy en día y Manolo Blanco el de la "Caja". Toda una joya de video, para los que somos del barrio.

viernes, 23 de diciembre de 2011

25 de Diciembre fun, fun, fun...

Dirigiendo el tráfico rodeado del "aguinaldo" en la
Plaza de La Peregrina. Detrás el edificio donde
estaba la OJE, el Banco Central y Tobaris.
Ya estamos metidos un año más en las Fiestas, para un servidor van por cincuenta. El soniquete de la lotería de los niños de San Ildefonso cantando los números nos sumerge en la vorágine consumista en que se han convertido desde hace ya mucho tiempos las Navidades. De niños, allá cuando comenzaban los setenta,  esperábamos con ganas la llegada de las vacaciones, en el colegio Cervantes. El último día, recuerdo que nos invitaban siempre a una "merendola" como comienzo de las fiestas. Te pasabas los días en la calle, delante del Bar de "Couto" jugando con aquel coche abandonado que estuvo por allí durante algún tiempo o aquellos grandes partidos que nos echábamos en el Vergel hasta que llegaban los mayores y nos "invitaban" a irnos, de alli nos íbamos a la Alameda a continuar los partidos con los bancos como porterías, una Alameda que siempre era un hervidero  de niños y niños durante las vacaciones. En casa teníamos un pino que adornábamos con cintas y bolas doradas y plateadas dignas de un "chino" de hoy en día. La programación de televisión española, la única que había y en blanco y negro, era emitir películas y dibujos animados todas las tardes acorde con las fiestas que vivíamos, que angustia cuando se perdía el "Chencho" de la "Gran Familia". De vez en cuando cortaban para decirnos que las "muñecas" de Famosa se dirigían al portal, o que el "Cinexin" no tenía fin, o que los indios estaban rodeando al "Fuerte Comansi" y que los "Juegos Reunidos Geyper" eran para toda la familia o que los "Madelman" lo podían todo y el no va más era ser los "Fernando Alonso" del futuro con los "Scalextric". En la calle los Lorenzo, José Manuel, Francis y Miguel, tenían uno y a veces nos pasábamos un rato montando las pistas en "ocho" para que luego se salieran siempre los "puñeteros" coches. De vez en cuando nos pasábamos por el "centro" para ver las "novedades" en juguetes que había en Reguera, Chacón, Tobarís y el Gran Garage. Así llegaba el día 24, Nochebuena y el 25 Navidad y entre turrones y mazapanes en mi casa nunca faltaba el bacalao y como eran días especiales hasta nos dejaban probar el "Anís del Mono" y el "Ponche Cuesta". En "Fín de Año" deseando que llegaran las 12 para tomar las uvas antes de que te quedaras dormido y el día de Reyes, lo mejor, ir a recoger caramelos a la Cabalgata. De noche te ibas a la cama prontito soñando que te iban a dejar los tres Magos. Durante algunos años siempre esperaba una bicicleta pero no se porque extraña razón nunca me la dejaban, sería verdad lo de portarse mal. Al final ya desistí. Por la mañana te ibas con los amigos a "estrenar" lo que te habían traído hasta la Plaza de la Herrería y ver si podías salir en la foto del "Diario" del día de Reyes. A todo esto llegaba el siete de enero y te acordabas que al día siguiente empezaba otra vez el colegio, que no habías pegado ni bola y que todos los deberes que te habían puesto estaban sin hacer... ¡qué desastre!. Felices Fiestas a todos.

Estampa típica de la Pontevedra de hace 40/50 años era ver a los Agentes Municipales, popularmente llamados "bacenillas" rodeados del "aguinaldo" que les dejaba la gente. En la imagen, el cruce de Michelena con Fernández Villaverde y General Mola (hoy Gutiérrez Mellado). El edificio con el ventanal era el Casino Mercantil, en la actualidad está ahí el Banco de Santander haciendo esquina con la que era la cuesta de Afar.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Las "aguadoras" de San Roque.

Una de las fotografías que más me gustan de la exposición que montó el Museo de Pontevedra el pasado verano sobre la obra gráfica de Rafa es esta de la fuente de la Alameda rodeada de las "aguadoras" de San Roque cuando en la Pontevedra de hace cincuenta años escaseaba el líquido elemento y había que acercarse hasta la fuente de hierro para el suministro de agua. Fuente que calmó mucha sed a los que eramos niños en el barrio cuando nos pasábamos horas y horas jugando en la Alameda o veníamos del campo del Vergel cuando ya la tarde se apagaba. En la imagen, instantánea que fotografió Rafa, cronista gráfico de aquellos tiempos, de como en 1967 recogían agua en sus cubos y barreños la señora "Mansita" (izquierda con delantal), Pilar Ogando, con su brazo en el grifo y a la derecha, "La Morena" hermana de "Mansita", detrás de ella, Lucilita, la propietaria de la famosa casa de las columnas en la desembocadura del río Gafos y que fuera Lazareto, a su lado Marujita y Marina con sus hijos Pili y Lalo Piquenque. Toda una joya esta fotografía de gente del barrio. Al fondo, se puede ver el letrero de "Auxilio Social" donde comía la gente más necesitada, en la actualidad guardería de la Xunta.

Foto: Rafa/Museo de Pontevedra.



martes, 13 de diciembre de 2011

Cruce de caminos.

Así estaba la calle Salvador Moreno (hoy Rosalía de Castro), junto con el Bar Palacio y los Juzgados de siempre (la Audiencia en la actualidad), a principios de los años sesenta, donde eran testigos de como circulaban por la antigua vía  los "convoys" hacía su destino. El paso de Salvador Moreno, junto con el de San Roque, eran los únicos que había en la ciudad con guardabarreras y con la caseta del guarda como se puede apreciar en la imagen de Rafa/Museo de Pontevedra. Bonita estampa de la Pontevedra de hace 50 años con el único paso del carromato de "a leiteira" en dirección hacia la Plaza de San José.


























martes, 6 de diciembre de 2011

Monteleón, mi calle.

La calle Monteleón en 1960. Para muchos practicamente irreconocible esta zona de la ciudad. "Desembarcamos" en esta calle en el año 1968 cuando ya estaba construido el edificio llamado "Monteleón", veníamos de la calle San Sebastián y de vivir en un bajo muy pequeño y aunque eramos muchos, mis dos abuelos, mi madre, una tía y tres hermanos, el piso nuevo me parecía el no va más. Era un edificio con dos escaleras y nosotros víviamos en un entresuelo. Allí pasé la etapa final de mi niñez jugando con Kiko, Alfonso, Eloy, Caridad, Pitusa, María Elena y Rafa, mi hermano pequeño, que eran los niños del edificio. Nos juntábamos con los del la Rúa Nova de Abaixo, los hermanos Sanmartín y los hermanos Couto, Monchiño Pintos y su hermana, que eran vecinos en la calle, los hermanos Lorenzo, Jose Manuel y Francis y Tony, también el "acoplado" de la calle Rua Nova de Arriba, Paqui Montes, si no me olvido de nadie, esta era la rapazada del barrio. No teníamos "blackberrys", ni "wiis", ni "play estations", ni "internet" en casa, jugábamos al "quedas" en vez de chatear, al "escondite", a la "comba", al "burro", al "peletre", a los "cromos", a "polis y cacos", a las "bolas", a las "chapas" y a los "trompos". Nos pasábamos todo el día en la calle, cuando anochecía nadie nos llamaba por el móvil sino que nos gritaban desde la ventana. Si nos portábamos mal no nos llevaban al psicólogo sino que nos daban una buena "somanta". Jugábamos con tierra y de vez en cuando teníamos piojos y lombrices, bebíamos agua del grifo y también de mangueras, andábamos en bicicleta sin cascos, ni guantes, ni rodilleras. Teníamos clases mañana y tarde y comíamos en casa. Devorábamos todos los dulces que podíamos y sí, sí, con azúcar. En el colegio había buenos y malos estudiantes, y unos pasaban y otros no, y no se creaba ningún tipo de trauma... tiempos aquellos, tiempos felices los de la niñez, por lo menos para mí.






















La calle hoy. A la derecha, el edificio del medio el "Monteleón".

domingo, 4 de diciembre de 2011

La Avenida de Montero Ríos.

Imagen de los años sesenta de la Avenida de Montero Ríos tal y como estaba, donde entonces se permitía la circulación de vehículos, aunque en la Pontevedra de hace cuarenta/cincuenta años apenas existían coches como se puede ver en la fotografía. Aunque el entorno no ha cambiado, pues ahí siguen Santo Domingo, el Sánchez Cantón, conocido entonces como instituto masculino, la Diputación Provincial y el edificio durante muchos años de Educación, instituto femenino en aquélla época. En la Avenida se organizaban muchos actos civiles y militares, y en agosto, con las Fiestas de la Peregrina eran míticas las jimkanas automovilísticas, los partidos de baloncesto, balonmano y futbol sala organizados por el Frente de Juventudes, las carreras ciclistas, donde tenían su meta enfrente de la Diputación, o las Batallas de Flores donde la calle reunía a miles de personas a lo largo de la avenida. En la actualidad y desde la construcción del parking en los ochenta la calle es peatonal aunque no muy distinta de como la conocíamos. Al fondo, negocios como la Barbería de Callón, la Cafetería Lar, Foto Chao y como no, el quiosco del "Orejas" ya en Riestra, donde solíamos ir a cambiar los tebeos por una peseta.

sábado, 3 de diciembre de 2011

El "nuevo" Campillo de Santa María.

Fotografía realizada esta mañana, sábado, del aspecto que tiene ahora el "nuevo" Campillo de Santa María. Un espacio que volvemos a recuperar los pontevedreses después de estar muchos años estancado con las obras arqueológicas. Recuerdo de crío, en la Pontevedra de los sesenta, de cuando existían los barrios, a la rapazada de la Plaza de la Verdura ir en "ayuda" de los del Parador cuando querían "asaltar" el Campillo. Aquéllas "guerras" entre niños que se arreglaban como se solucionaban antes las cosas, a pedradas, hasta allí íbamos los Joselito, Javier Carballeda, Jose Carlos, Fernando Papiris, Carlos y un servidor a conquistar el barrio, claro que nosotros siempre llevábamos una arma secreta para estos conflictos: el "chihuahua" de Papiris, era soltalo y "armarse" la de San Quintín". Años después y ya en nuestros años mozos el Bar "O Quente" era parada obligada para tomarnos los vinos en "porrón" en la terraza que allí había formando parte del entorno. En la foto de abajo, el espacio, en una imagen de 1965 tal como se conocía durante muchos años antes de las diversas reformas y la arboleda a principios del siglo XX.